Campamentos de explotación de niñas en zonas mineras
La vida de Mireya ha sido tan agitada, agria y violenta que a sus 13 años ya se siente de 40. Una noche de “mal negocio” le dejó una cicatriz que bordea su ceja derecha, atraviesa el pómulo y llega hasta la boca. “Fueron 72 puntos, pero con manteca de muerto me trabajé la cicatriz y no se ve tan mal”, dice ella mirándose en un pequeñísimo pedazo de vidrio que le sirve de espejo.
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Fecha de publicación: 27 mayo, 2013